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Quien no tiene memoria necesita cicatrices

📖 2 minutos
🗓 7 septiembre 2025
✏️Escrito por Francisco Casaus

El arte urbano, cargado de filosofía, utiliza con frecuencia la fachada de los edificios más destartalados para conectar con algo tan profundo como la salud del alma.
Concretamente este concepto (la salud del alma) cobra mucha importancia para la corriente de Epicuro, a modo de metodología terapéutica en la que se crea una relación con el discípulo-«paciente» que empieza con el trabajo interior para proceder a sanarlo y empoderarlo como “médico de sí mismo”.
En este contexto teórico, la persona que logra estar curada devuelve entonces los favores recibidos, lo que la convierte en una persona útil al servicio de su comunidad y de la gente que requiere de su experiencia.
Es una suerte de filosofía/prestación terapéutica compasiva y solidaria en la que la cooperación y el reconocimiento juegan un rol trascendental.
En la psicodinámica del trabajo de alguna manera podríamos convertirnos en médicos de nosotros mismos (para el beneficio de nuestra autoestima personal y colectiva), si convirtiéramos la cooperación sana y la gratitud y el reconocimiento en esa retribución simbólica que hace del arte de trabajar una herramienta para la protección de la salud mental.
El valor social del trabajo es indiscutible y su poder de transformación del mundo y de nosotros mismos, como espaldarazo de la autoestima, solo es posible si este se juega en el terreno de la cooperación y el reconocimiento: entre compañeros, del empleador al colaborador, de este a la organización del trabajo.
Las empresas con sentido y memoria psicosocial representan una poderosa armadura para la salud mental. Me gusta pensar en positivo, como algunos mensajes que el arte urbano deja en nuestras calles. En caso contrario, quien no tiene esa memoria necesitará cicatrices para tomar conciencia de que el trabajo no es neutral para la salud mental.

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