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Las empresas no se gobiernan con amenazas sino con esperanzas

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🗓 1 junio 2025
✏️Escrito por Francisco Casaus

En 2024 se vivió en Nueva York un eclipse total de sol. En los noticieros se veía a la gente boquiabierta en el Central Park. Era lunes (un lunes lunático podríamos decir) y la Luna se les había interpuesto, entre el Sol y la Tierra, ofreciendo un impresionante efecto crepuscular: un eclipse total de sol, alrededor de las tres de la tarde, y todo Manhattan había oscurecido. Este fenómeno no volverá a repetirse hasta dentro de 20 años, en 2044.

Tenemos la luna de todos, pero también hay una luna para cada uno. Es una cuestión de tiempo y de ubicación en este: a veces nuestra luna se alinea con la tierra y el sol, cayendo la noche. Entonces una particular luna negra puede traer ideas raras, propias de la oscuridad. Mientras tanto, otros marchan a su antojo con sus lunas respectivas, libres, sin presión que les atormente.

Ahora caigo: es una misma luna, pero diferente para cada uno. Una luna desigual, subjetiva, en función del tiempo y del espacio, de cómo estos se gestionen (o se impongan) respectivamente.

Un día más en Manhattan y todo volvió a la normalidad. Sus ciudadanos estuvieron de fiesta crepuscular porque tenían la certeza de que era cuestión de paciencia, que recuperarían los rayos del sol. Era un crepúsculo científicamente anunciado, no había inquietud individual ni alarma colectiva.

Es la incertidumbre la que, aliada con la falta de dominio del tiempo, postra a la soledad.

Lo mismo pasa con el sol. Todo el mundo se aposta al atardecer para contemplar el bello paisaje al caer la noche. Pero es tan espectacular y deseado porque se sabe que ese sol que desaparece volverá a brillar mañana. Porque tras la noche llegará el día, en un ciclo sucesivo, sin alteraciones mayores, salvo que un eclipse calculado nos interrumpa.

Lo que no soportamos es la incertidumbre: el que no sepamos lo que vaya a ocurrir o que lo que intuimos nos lleva a callejones sin salida más que a abrir puertas.

Me preocupa el gobierno de las empresas cuando se siembra la incertidumbre como mecanismo de presión para afinar los objetivos. Ese management que provoca crisis, eclipses o penumbras generando el desconcierto hace que el trabajo pierda sentido. Cuando las empresas pierden la noción del sentido psicosocial del trabajo están irremediablemente abocadas al fracaso.

Las empresas no se gobiernan con amenazas sino con esperanzas.

La gente trabajadora estará siempre dispuesta a sacrificios si la gestión de las empresas es panorámica, como esa hermosa visión del crepúsculo sabiendo que el sol volverá mañana, incluso a riesgo cada 20 años de ser coartado por una luna hermosa que se interpone en su camino.

El problema es cuando esa luna negra llega para quedarse porque se pierde la esperanza sumidos en la incertidumbre táctica, mala consejera para el gobierno con sentido psicosocial de las empresas.

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