La tristeza es como “un chicle que se pega a la suela del zapato”. Y es bueno hablar de ella. Por si, por casualidad, le sirve a alguien. Así piensa Dani Rovira (Málaga, 44 años). Y esta es la gran historia de su vida: la búsqueda constante de sí mismo, la angustia que sintió al perder su anonimato tras «Ocho apellidos vascos», el cáncer y todo lo que viene después.
El actor, cómico y cuentista que fascina a la mayoría estrena su obra «Vale la pena» en Netflix, un monólogo en el que, desde el humor, da consejos que le han ayudado en su proceso de reconstrucción y anima a ir a terapia: “Después de curarme del cáncer, me pegué el gran hostión”.
En su espectáculo unipersonal trata conceptos como la tristeza, el duelo, la pena, poniéndolos encima de su escenario íntimo para, lejos de estigmatizarlos, hacer el intento de dignificarlos y darles la importancia que tienen en nuestras vidas.
«Que la vida vale la pena es cierto. Pero que en la vida la pena también vale: ¿Estás dispuest@ a venir para llorar de la risa y viceversa?», así presenta su monólogo constructivo en el que, desde el amor y el humor, se normaliza el sufrimiento resultando una interpretación placentera para los sentidos del espectador.
El trabajo es parte de la vida. Está plagado de contradicciones y nos confronta con frecuencia al fracaso. La organización del trabajo, la relación con compañeros y jefes, la relación con clientes potencialmente insatisfechos, el desequilibrio entre lo prescrito por los procedimientos y la cotidiana realidad pueden condicionar estados de ánimo más o menos saludables.
No obstante, como transmite con maestría Dani Rovira, desde la perspectiva de una persona que ha sufrido hasta llegar hoy a un estado de lucidez exquisita; esas vivencias repletas de contrariedades resultan interesantes para sacar lo mejor de cada uno, para construir la identidad personal y fortalecer la autoestima.
El trabajo, como la vida misma, se construye desde el amor. Una de las claves es que su organización tenga sentido psicosocial, permitiendo la cooperación colectiva y, esencialmente, la autorrealización personal. Cuando el trabajo fomenta el amor propio, entonces, hasta el fracaso puede convertirse en antesala de la oportunidad