«Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
El valor del respeto y la tolerancia, además del derecho a la libertad de expresión, están omnipresentes en la obra literaria y filosófica de Voltaire, el gran pensador de la Ilustración a cuyo dogma podríamos acudir cada día, a rescate de la dimensión y la naturaleza colectiva del ser humano.
Hace unos días, en una maravillosa librería de París («L’arbre à lettres»), cerca de la simbólica Plaza de la Bastilla, me hice con un libro de Voltaire: «Tratado sobre la tolerancia», un recurso literario de sempiterna actualidad.
París es una ciudad cargada de simbolismo persistente, con un aura de multiculturalidad, de puerta abierta al mundo, que reluce en este pequeño establecimiento en el que los libros se exponen con sucintas notas manuscritas de los libreros en un post-it adherido a sus portadas. Son libreros de verdad, de los que leen y luego opinan, de los que opinan que leer es la mejor forma de abrir puertas al mundo.
En un periodo inundado de desinformación, las lecciones de Voltaire sobre la razón, la tolerancia y la libertad de expresión no pierden vigencia.
El que la organización del trabajo en las empresas permita el pensamiento critico y la libertad de expresión de sus trabajadores, es fundamental para que el trabajo tenga sentido psicosocial.
Los espacios de discusión y deliberación son la ocasión para que los trabajadores formulen y discutan sus argumentos sobre la mejor forma de organizar el arte colectivo de trabajar.
En este París romántico y cargado de simbolismos, la expresión de los trabajadores estuvo, por ejemplo, en el origen de una de las principales reivindicaciones de mayo de 1968.
Pero más allá de la «liberación» por la palabra, no estoy hablando de la psicopolítica, sino de la psicodinámica de las organizaciones.
El fomento de los espacios de discusión y deliberación en las empresas posibilita la innovación, una mejor coordinación de las tareas, el análisis de las buenas y menos buenas prácticas profesionales y algo esencialmente importante: el fomento de la tolerancia.
Las empresas que fomentan el interés por la libre expresión de sus trabajadores sobre el arte de trabajar están potenciando el trabajo colectivo y su propia cultura organizacional.
Sin olvidar que estos mecanismos de dar la palabra y retener colectivamente las soluciones más apropiadas, permiten regular las tensiones de origen laboral y preservar la salud mental de los trabajadores.